El difícil arte de mentir
De repente, Ocurre de repente.
Un día estaba mirándome en el espejo de lo cotidiano.
Y sin
más vi mi imagen estallar. Saltando como los confettis de un cohete navideño. En
mi caso había muchas sorpresas, esta vez no eran juguetes. Mi propia y verdadera verdad saltaba
a mi cara Mil cristales pequeños ,
parciales imágenes de mí que no fui capaz de reconocerme en un primer momento.
Con los años había conseguido verme como un tipo homogeneo. Construyendome,
acostumbrándome a no mirar fijamente a lo que no me agradaba, y subrayar lo que
creí más amable.Lo que creí que era más posible que podía ser amado.
Y a base de subrayar y subrayar, de marcar y de tapar, me
creé un traje. No tuve intención de ir al sastre y acudí al peor
de todos, al falso sastre de mí mismo, sin darme cuenta , dia a dia, sin voluntad.
Ese es el más habil y peor de los mentirosos, el que no se da cuenta. Y si no llega
a ocurrir nada, con ese traje con que el que me sentía muy cómodo, pude vivir
hasta llegar a morir.
Explotó y se desgarró.. Dejó de ser el espejo mentiroso, el
traje que todo lo tapa para, a borbotones mostrar en cada gota los detalles que
me ocultaba.
Cuando a mí me pasó me quedé perdido. Dejó de ser
importante lo que pudieran ver los demás. Pasé a sentirme abrumado con los
fantasmas de lo que por primera vez se me aparecía. Figuras extrañas de mí
mismo que nunca siquiera sospeché, o nunca quise sospechar que fueran el verdadero
yo.
Hoy ya necesito la verdad. He
sido un tipo aplicado en el difícil arte de mentir. Mentirme a lo bestia, Un mentiroso
descuidado, que, sin darme cuenta, me fui creyendo poco a poco mis propias
mentiras.
Con esta ruptura aparecen nuevos pedazos de mí.
Aparece esa parte que
refleja que soy el tipo que castiga cuando empieza a sentirse amado, castiga
porque no le hubieran querido antes.
Aparece esa otro trozo de mí que guarda rencores por cosas absurdas.
Rencores pequeños, si, pero que no me dejan ser feliz y no me dejan perdonarme.
En otro momento hubiera barrido todos esos pedazos sin
mirarlos más. Pero una vez que me he reconocido, quiero saberlo todo. Hacerme
jirones como un salvaje que se desolla con sus propias garras. Y guardar cada
trozo en un frasco diferente, identificando la especie y subespecie de cada una
de mis emociones, miedos, amores, anhelos o espectativas que puedan aparecer.
Pero, sobre todo, acariciar a los delirios sobre mi mismo
que empiezo a descubrir. Y comprender que esto es ser humano. Y nunca más
vestirme de blanco para tapar cicatrices negras.
Peligrosa ( La Granja - La Granja)