jueves, 10 de julio de 2008

Pintándose los labios en el espejo de cualquier fotografía.

robada de science vida
Como si no hubiera pasado el tiempo, así me lo encuentro. Fresco, fresca, sonriendo con naturalidad. No puedo evitar mirarla lo más sexy, mirarle las tetas. Adivinándose su dureza bajo el vestido leve. Moreno, cálido y suave como si hubiera pasado un mes desnudo bajo el sol de Formentera en el cuerpo de una neohippie casi adolescente.
Lleno de ilusiones. Lleno de cicatrices. Con ojos alegres. Y radiante. Lo miro y me gusta, aunque parece que no tuviera que ver conmigo.
Como Dorian Grey. Lo miro. Rubor. Me gusta ese calor. Ese fui.
Este soy yo. Y me doy de nuevo la bienvenida. Y no sé por qué salí corriendo. Me asusté de mí mismo. De mirarme en el espejo. O de mirarme desde arriba con una cámara que repite las mejores jugadas, las más emocionantes, las que acaban en alegría o las que acaban en tragedia, las que tiene más emoción.
Me acojoné y pensé que lo mejor era descansar. Por dios que lo he hecho.
Y también os miro a los demás. Miro la tierra de por medio que algunos también habéis puesto.
He viajado en este tiempo. A veces lejos y a veces cerca. Pero lo bueno y lo malo, lo trágico y lo cómico es que siempre viajé conmigo. No pude darme esquinazo aunque me plantease a mí mismo citas imposibles, aunque quedase en lugares que no existen a la hora 26 de algún día 34 de algún mes lluvioso. Pero no hubo manera. No me libré de mí mismo.
Y aquí vuelvo. Soy más mayor y mucho más joven que cuando me marché. ¿O quizá soy otro? No. Soy todos. El que se fue y el que ha vuelto. Soy también un poco de vosotros porque de todos he aprendido. Porque me he acercado o por que salí pitando. Pero ha llegado el momento de volver a casa. ¿me recibís de nuevo?
Os encontraré.
Chateando desde mi cama con tus labios que son los más frescos del mundo.
O en cualquier orgía de palabras, o de besos siempre con un fondo amarillo que tú crees que es azul.
O en la alegría de lo cotidiano, de lo espontáneo.
O con el poso de lo profundo, de lo pasional, de los arrebatos, de lo salvaje.
O en la grandeza de las palabras más bellas del amigo que aún no conoces.
O en lo morboso de los ojos negros bajo el antifaz de una mujer de seda acariciando a otra mujer de fuego desnuda.
O en lo descarnado de una mirada desnuda a los ojos. Sin nada que esconder y sin nada que decir al oído. Pero con mucho que seguir gritando.
O pintándose los labios en el espejo de cualquier fotografía que es como debe hacerlo la adicta a lo prohibido.
O con las caricias fáciles de una sonrisa pura.
O en la reaparición de quien no sabes qué hiciste para haberlo perdido y con quien no crees que haya que enredarse en el pasado.
O en el placer de una gatita recién nacida. Que no sabe a donde ir. Pero que no para de correr.
En cualquiera de esos hechos me veréis. Y seguiremos siendo todos uno. Trocitos de mí, trocitos vuestros.

Cass , la chica más guapa de la ciudad (Más Birras – G. Sopeña, J.L Rodriguez)


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