martes, 21 de agosto de 2007

Y ahora estás aquí. Mirándome sin hablar

Manuel Seixas - Fantasmas

Vienes por mí. Hace un mes empezaste a rondarme. Susurrándome al oído mensajes funestos. Me quitas toda la energía. Me dejas sin fuerzas. Me haces anular proyectos ilusionantes de viajes al tercer mundo. No me encuentro bien.
Y ahora estás aquí. Mirándome sin hablar. No sé quien eres.
Nunca me había pasado. Me fijo en el abandono de los demás, como en el hospital. Aunque esto no te lo tengo que contar porque tú me la trajiste.
Al cabo de una semana, una chica joven atropella un motorista justo delante de mi coche. Y me bajo, y soy yo el primero que llega y le tranquilizo y le hablo y le cojo la mano y le toco el brazo para que no se sienta abandonado. Y me siento bien, por haberle ayudado, aunque me doy cuenta que el abandonado soy yo.
Hoy en el metro, con el vagón lleno, escuchando el mp3, la chica que va frente a mí, de pie, apoyada en la ventana de los trenes nuevos, empieza a poner cara extraña. Me quito un auricular y le pregunto si se encuentra bien. Me dice que se marea, y sin darme tiempo a sacarme el otro de la oreja, cae redonda al suelo mientras el tren chirría. Cierra los ojos, pierde el sentido. Le doy golpes en la cara preguntándole su nombre y ni abre los ojos. Y la estación que no acaba de llegar. La consigo sacar del vagón y poco a poco se recupera y de nuevo, nada vuelve a ocurrir.
No sé si me dejas señales a las que tenga que encontrarle algún significado, pero éste no aparece. Y me despista más aún que vengas en un momento en que muchos fantasmas me rondan.


Yo también necesito amar (Ana y Johnny – Juan Enrique Dapena)

sábado, 11 de agosto de 2007

Si me das a elegir, me quedo contigo

robado de www.deniasol.com

Hacía años que no los veía. Dejamos de vernos a menudo porque su relación de pareja, aunque ellos insistían que era felices, me resultaba incómoda. Discusiones en público, voces, malas caras, desprecios y desdénes. No sé como lo han hecho, pero es evidente que económicamente les ha ido muy bien. Tienen algo que no es una casa. A esos tamaños ya se les llama mansión.
La cocinera peruana nos preparó una comida excelente. En su país trabajaba en un restaurante. Y la cocina peruana tiene fama.
Una vez allí algo me sorprendía, y no me daba cuenta de qué era. Con el café me vinieron las primeras sospechas. Y con una excusa absurda me levanté y me fui a repasar las muchas habitaciones de Falcon Crest.
Una cocina, espectacular, de esas con los fogones en el centro. Su dormitorio, de 60 metros. Con un vestidor que yo no llenaría ni con toda la ropa que compre a lo largo de toda mi vida. Los cuartos de los niños, que con los años habían dejado de ser odiosos y ya no hacían ruido, ni brillaban sus miradas. El cuarto de los juegos para los niños. Los despachos para trabajar en casa. Las habitaciones del servicio, otro segundo comedor.
Y el cuarto de estar. Esto son palabras mayores. El último modelo de Bang & Olufsen, sofás ... cuatro. En las paredes colgados originales de artistas jóvenes y prometedores. Algún clásico firmado también vi.
Por muchas vueltas que diera a la casa, sabía que le pasaba lo mismo que a las de la mayoría de mis conocidos. Pobres y ricos, no hay diferencias. En todas hay cómodos cuartos de estar. Y ninguna tiene un cuarto de ser.
Iba pensando que en esa comida no iba a haber nada interesante, y probablemente me hayan dado las claves del siglo XXI.
Toda esa vida está muy bien, pero si me das a elegir, me quedo contigo

Me quedo contigo (Los Chunguitos – Juan Salazar )