Y ahora estás aquí. Mirándome sin hablar
Vienes por mí. Hace un mes empezaste a rondarme. Susurrándome al oído mensajes funestos. Me quitas toda la energía. Me dejas sin fuerzas. Me haces anular proyectos ilusionantes de viajes al tercer mundo. No me encuentro bien.
Y ahora estás aquí. Mirándome sin hablar. No sé quien eres.
Nunca me había pasado. Me fijo en el abandono de los demás, como en el hospital. Aunque esto no te lo tengo que contar porque tú me la trajiste.
Al cabo de una semana, una chica joven atropella un motorista justo delante de mi coche. Y me bajo, y soy yo el primero que llega y le tranquilizo y le hablo y le cojo la mano y le toco el brazo para que no se sienta abandonado. Y me siento bien, por haberle ayudado, aunque me doy cuenta que el abandonado soy yo.
Hoy en el metro, con el vagón lleno, escuchando el mp3, la chica que va frente a mí, de pie, apoyada en la ventana de los trenes nuevos, empieza a poner cara extraña. Me quito un auricular y le pregunto si se encuentra bien. Me dice que se marea, y sin darme tiempo a sacarme el otro de la oreja, cae redonda al suelo mientras el tren chirría. Cierra los ojos, pierde el sentido. Le doy golpes en la cara preguntándole su nombre y ni abre los ojos. Y la estación que no acaba de llegar. La consigo sacar del vagón y poco a poco se recupera y de nuevo, nada vuelve a ocurrir.
No sé si me dejas señales a las que tenga que encontrarle algún significado, pero éste no aparece. Y me despista más aún que vengas en un momento en que muchos fantasmas me rondan.
Y ahora estás aquí. Mirándome sin hablar. No sé quien eres.
Nunca me había pasado. Me fijo en el abandono de los demás, como en el hospital. Aunque esto no te lo tengo que contar porque tú me la trajiste.
Al cabo de una semana, una chica joven atropella un motorista justo delante de mi coche. Y me bajo, y soy yo el primero que llega y le tranquilizo y le hablo y le cojo la mano y le toco el brazo para que no se sienta abandonado. Y me siento bien, por haberle ayudado, aunque me doy cuenta que el abandonado soy yo.
Hoy en el metro, con el vagón lleno, escuchando el mp3, la chica que va frente a mí, de pie, apoyada en la ventana de los trenes nuevos, empieza a poner cara extraña. Me quito un auricular y le pregunto si se encuentra bien. Me dice que se marea, y sin darme tiempo a sacarme el otro de la oreja, cae redonda al suelo mientras el tren chirría. Cierra los ojos, pierde el sentido. Le doy golpes en la cara preguntándole su nombre y ni abre los ojos. Y la estación que no acaba de llegar. La consigo sacar del vagón y poco a poco se recupera y de nuevo, nada vuelve a ocurrir.
No sé si me dejas señales a las que tenga que encontrarle algún significado, pero éste no aparece. Y me despista más aún que vengas en un momento en que muchos fantasmas me rondan.
Yo también necesito amar (Ana y Johnny – Juan Enrique Dapena)